La atleta imbabureña Karla Jaramillo ahora comparte sus entrenamientos con su propio negocio.
IBARRA. Se dice que en tiempos difíciles como el que vive el país a causa de la pandemia del coronavirus hay dos tipos de personas: los que lloran y los que venden pañuelos, y en este último grupo está la marchista imbabureña Karla Jaramillo. La atleta, que tiene el cupo para ir a los Juegos Olímpicos en Tokio en 2021, decidió emprender su propio negocio con la ayuda de su familia. La deportista no dudó dos veces cuando su hermana Gloria, que vive en Bahía de Caráquez, en Manabí, le propuso vender mariscos para poderse ayudar económicamente, pues el Ministerio del Deporte le debe tres meses de sus alícuotas. Es decir que no cobra ni un solo centavo, por su beca en el plan de Alto Rendimiento, que maneja la Secretaría del Deporte, desde abril. Karla de 23 años de edad, teme que sea cuatro meses de deuda. Sin embargo tiene fe de que la venta empiece a crecer aunque dice que su único medio de promocionar es por vía wasap.
“La Secretaría del Deporte no está al día en pagos, entonces nació la idea de montar un negocio. Uno como deportista tiene que alimentarse y seguir en la preparación. Mi hermano Juan David me colabora a entregar los pedidos. No es mucho lo que gano pero ayuda para los gastos”, dijo Karla Jaramillo a CORREO SPORT.
Hace tres semanas aproximadamente empezó a ofertar los productos del mar y asegura que no le ha ido mal. Este no es su primer negocio, hace un par de años vendía perfumería, dinero que le servía para adquirir accesorios de primera necesidad para su hijo Omaet, quien asegura que es el motor para seguir adelante.
La deportista ahora comparte la venta de los mariscos con sus entrenamientos. Al igual que Karla hay decenas de deportistas del país que son parte del Alto Rendimiento que están en las mismas condiciones económicas. Por ahora la venta de los mariscos es el único ingreso que tiene Karla Jaramillo, quien cruza los dedos para que algún momento reciba el dinero represado, que asciende hasta el momento a 3 mil 600 dólares.
Sus entrenamientos
De los siete días de la semana dos entrena con su técnico Giovan Delgado, el resto de días se guía con una planificación que envía el estratega. La rutina de la marchista ha cambiado. Antes salía de su casa, ubicada en San Francisco del Tejar, al sur de Ibarra, a las 07:00 y retornaba al mediodía luego de cumplir con sus entrenamientos o sesiones en la fisioterapia y por la tarde volvía a la pista hasta casi las 18:00. Ahora no, disfruta con su hijo de dos años y medio y también de las actividades del hogar como ayudar a su madre, cuidar un pequeño huerto y a estudiar.
Los caminos de tercer orden, y terrenos que rodean su vivienda se han convertido en su cuartel general para sus entrenamientos. Asegura que la única pesadilla que ahora tiene es salir a entrenar en la pista del colegio Nacional Ibarra. “El regreso es el mayor riesgo. Tomo un bus que tarda 55 minutos y luego camino casi dos kilómetros hasta llegar a casa. Todo este sacrificio que sea para llegar en las mejores condiciones al próximo año”, finalizó.